Al final, nos habíamos puesto de acuerdo,
sin pronunciar una sola palabra, como si nuestros pensamientos se hubiesen
enlazado en una maravillosa danza que nos elevaba del suelo y nos unía con
fuerza. No me cabía duda de que compartíamos el deseo. Nos acercamos mirándonos
a los ojos. Aproximamos nuestros rostros. Nuestros labios llegaron a la
distancia del beso. Casi lo habíamos conseguido. En ese preciso instante, mis
violentos estornudos rompieron el hechizo.
Benigno Montenegro
¡Estupendo, Benigno! Muchas gracias por tu fantástico microrrelato, con esos desenlaces que tanto nos gustan ;)
ResponderEliminarCarol
Gracias por compartir este microrrelato que tanta gracia nos hizo. Si no es mucho abusar ... ¿Podrías compartir el que era de miedo? (el que tenía lugar en el pueblo donde hacía 20 años veraneaba el protagonista con su hija desaparecida) Me había gustado tantísimo... :)
ResponderEliminarIsa Rguez
Por supuesto. Ahí va.
Eliminar¡Muchas gracias!
ResponderEliminarMuy bueno :)
ResponderEliminarEste me gusta especialmente, con esa conclusión irónica-hilarante.
ResponderEliminarGracias, Beningno
Carol