El autobús paró cerca del río.
Los viajeros se dirigieron al muelle, donde aguardaba el barco que les llevaría
de crucero por el Nilo. Observando desde cubierta Poirot se atusa el bigote y
sonríe. Pobres diablos, piensa, no saben lo que les espera. Esta vez Agatha
Christie no va a dejar títere con cabeza.
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