lunes, 15 de diciembre de 2014

¡QUÉ DIFÍCIL ES!

El autobús paró cerca del río. Desde el interior pintaron las lunas con spray, lo cual impedía conocer el número exacto de secuestradores y rehenes. Después nada. Ninguna respuesta al jefe de policía, que se desesperaba tras el megáfono. Ni un movimiento hasta que a medianoche soltaron a un par de críos y una embarazada. Antes del alba se entregaron. Y ya está.

No pidieron pizza ni refrescos. No hubo persecuciones ni disparos. Tampoco apareció esa tía buena que, al final, se reconcilia con el negociador. ¡Qué difícil es contar una historia cuando no ocurre nada!  Supongo que por eso me salió esta mierda de microrrelato.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.