domingo, 7 de diciembre de 2014

¡PREMIO!

Lo tenía todo calculado. El lugar, la hora y hasta las palabras exactas que iba a escribir en la nota. Sabía de antemano cuales iban a ser mis movimientos e incluso qué quería pensar en cada instante. Lo que no podía preveer es que las voces de unos niños cantando villancicos iban a llegar desde la calle para desbaratar mis planes.

Bajé al bar. Un café y cambio para la máquina. Cuando la música y las lucecitas anunciaron el premio dejé las monedas cayendo en el cajetín y volví a casa. Esta vez me aseguré de cerrar bien la ventana antes de volver a sentir ese frío metálico en mi sien.

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