miércoles, 29 de octubre de 2014

LA ARAÑA

Liberé a la migala en el apartamento de Beatriz, con la esperanza de que realizara rápido su letal misión. Aún no le había devuelto la llave, así que no tuve problemas para acceder a su vivienda.

––¡Como un perro! ––pensé mientras me alejaba de allí sin prisa––. ¡Me ha dejado tirado como un perro! ¡Qué se joda!

Llegué a casa y bebí hasta quedarme dormido. Cuando desperté, pasado ya el mediodía, comprobé si había alguna llamada registrada en el contestador.
Soy yo. Ya sé que es tarde, pero no puedo esperar hasta mañana. Creo que deberíamos volver a intentarlo. A primera hora te llamo y hablamos. Te quiero.

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