Parecía no reconocerme, inmóvil frente
a mí con la mirada vacía. Sin duda empeoró desde que la ingresamos, hace apenas
un mes. ¡Dios! ¡Qué duro ese momento en que una madre no conoce a su propio
hijo! Quizá no ayude la barba que me he dejado ni esta nueva forma de vestir,
más informal.
Me fui trastornado. Tanto que no
recordaba donde había aparcado. Busqué con el mando hasta que destellaron las
luces de un coche que no era el mío. Entonces, al verme reflejado en sus lunas tintadas,
fue cuando lo supe: ¡No soy yo!
Éste a mí me gustó mucho, pero aparte de que me guste el microrrelato en sí, también es la entonación con la que lo leíste, que ahora al releerlo yo casi te estaba escuchando :)
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