lunes, 20 de octubre de 2014

EDUCACIÓN ESPECIAL

Sí, señor juez: En clase todos nos temíamos lo peor. El maestro nos castigaba, se burlaba de nosotros y, en ocasiones, nos pegaba. Hasta que, aquel aciago día, colgó al bueno de Contreras del árbol que había en el patio. Y todo porque decía que nunca le escuchábamos.
¡El muy imbécil jamás se enteró de que era un colegio para sordos!

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