miércoles, 29 de octubre de 2014

LA PARTIDA

Colocó la última ficha que le quedaba golpeando la mesa con más estruendo que de costumbre.

––¡Pito-blanca! ––gritó con medio cigarrillo apagado en la comisura de los labios––. ¡El que sabe, sabe!

Al incorporarse sintió de nuevo aquel pinchazo en el pecho, aunque continuó sin darle importancia ni comentarlo con nadie.

––¡Que estáis dormidos, chavales! ¡Así no os va a alcanzar la pensión para pagar rondas!

Prendió la colilla y partió, con el coñac y el dominó corriendo por sus venas. Sin saber, claro, que nunca más iba a regresar.

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