La Hormiga Reina decidió no tener
memoria. O al menos no acordarse nunca más de las hormigas a las que había
ofendido de una u otra manera. Le pareció que sería más feliz si conseguía
olvidar a aquellas a las que había hecho daño en el pasado.
Dividió en dos el hormiguero. En
un lado viviría con las hormigas amigas. El otro estaría habitado por todas las
demás.
Y la Reina pasó el resto de sus
días en la más absoluta soledad.
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