––Él tenía una caja fuerte
––aseguró el primogénito mientras sus hermanos asentían.
––Pues seguro que en ella
guardaba sus últimas voluntades ––replicó con serenidad Don Andrés, acostumbrado
a tratar este tipo de casos en la notaría––. Si nadie conoce la combinación, la
abrirá un profesional en mi presencia.
Mientras se realizaba la apertura
de la caja los hijos del finado hacían recuento de sus bienes. La casa en la
playa, el chalet de la sierra, el céntrico duplex… ¡Eso sin contar la saneada
cuenta bancaria que atesoraba el viejo! ¿A cuanto tocaría cada uno tras el
reparto?
La lectura del testamento aclaró
sus dudas: ¡Se lo dejó todo al notario!
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